30 de marzo de 2012

6

Tras las debidas presentaciones, comenzaron a platicar, llegando así a enterarse que Lorna y Kiyoshi eran los jóvenes del grupo, ella de trece y él de catorce años, los demás tenían quince.
Kiyoshi quien se había acostumbrado a sus compañeros de viaje, preguntó tímidamente si creían les tocaría en el mismo grupo, pues no le apetecía conocer más gente y era bastante notorio lo nervioso que lo ponía aquello.
London dijo que lo más probable era siguieran juntos, pues ninguno había asistido a aquella escuela antes.
-¿O me equivoco?- los demás negaron con la cabeza. 

29 de marzo de 2012

5

-Me llamo London. 
London era una chica algo mayor que Lorna, blanca y de cabellos largos de un tono rubio plateado, muy atenta aunque con un cierto aire de… bueno, daba la impresión de ser engreída.
-Ellos son David, Kiyoshi y Tzion. Somos un total de cinco, tres chicos, y dos chicas.- terminó de presentar London, cuya voz había regresado a Lorna a la realidad.
David dijo que aquel cálculo Lorna pudo hacerlo sola, pero apenas terminó de decirlo se puso colorado, y debido a lo claro de su piel, parecía un semáforo.
Por su parte Kiyoshi tenía un par de grandes ojos verdes y algo rasgados, su complexión era delgada, y su cabeza la coronaba una mata de cabello rizado. A pesar de las grandes diferencias, a Lorna le pareció que Kiyoshi y Tzion tenían cierto parecido, las grandes diferencias eran que Tzion no eran tan alto como Kiyoshi, era más llenito y sus ojos no eran rasgados.

4

A sus trece años, Lorna debería estar preparándose para el segundo año de secundaria, pero en lugar de eso, hallabase esperando la mañana para ir a lo desconocido, y todo por preguntar cómo era posible meter las manos al fuego y salir ileso.

Por fin, el día de partir llegó.
Tras asearse y arreglarse, Lorna ató su largo y rizado cabello en una coleta y bajó a tomar un buen desayuno (siempre y cuando, sus nervios se lo permitiesen).
Ya en la mesa le acompañaron sus padres, a quienes nunca había visto así:
Su madre estaba tan callada y con un semblante de quien se halla en un entierro, su padre sonreía, pero lo hacia tan seguido que parecía tener un tic.
Ante aquello, Lorna fue consciente de algo: se le abría un nuevo mundo, sí, pero para ello debía dejar atrás aquel en que sus padres vivían.
Sería la primera vez que se alejaba de casa, y solo volvería en vacaciones, y estaba segura que en esos instantes los tres pensaban en lo mismo. 
La hora citada llegó, y con ella el puntual transporte, algo que anonadó a los padres. 
Cuando el asombro pasó, el señor Grego regaló a su hija una bolsa llena de chocolates (lo que más le gustaba), acompañada de un gran abrazo.

-¿A mí no me das uno?- preguntó con tristeza su madre, mientras abría los brazos.

El abrazo de su mamá también le acompañaba un regalo: una bolsita de terciopelo azul, pero eso sí, con la instrucción de no ser a abierta hasta su llegada.
El vasallo le ayudó a subir al carro tras guardar su equipaje en el baúl trasero.
Y así, con gran tristeza, pudo ver como de los ojos de sus progenitores salían lágrimas al verle marchar. 

3

Las siguientes dos semanas, Lorna no estaba muy segura del transcurrir del tiempo, a veces pasaba con una velocidad increíble, mientras otras veces el día parecía interminable.
Otra cosa de la que tampoco estaba segura era a que tipo de escuela iría, sólo que se trataba de una especie de internado, pues estaba muy lejos como para ir y venir a diario, y que estaba rodeado de árboles.
Semejante lío en el que uno se puede meter por andar de chismoso.

Pocos días antes del nuevo curso, los padres de Lorna volvieron a reñir, la señora Grego insistía que una escuela así arruinaría su futuro, mientras él seguía convencido, por extraño o tonto que pareciese, que eso era lo mejor.

El fin de semana antes de que el curso empezara, un a carta informó a Lorna que el Domingo próximo llegaría a recogerle a las diez en punto un carruaje; en verdad que vivía en un poblado rústico, pero de eso a que aun usaran ese medio de transporte era algo muy diferente.
Y omitiendo ese detalle en particular (pues podría provocar otra riña), dijo a sus padres noticias.

La noche antes de que abandonara su hogar por vez primera, el sueño le abandonaba, y los nervios le superaban.

28 de marzo de 2012

2

Después de eso, Sam (así lo llamaba ahora), le había dicho iría a su casa para hablar con los padres de Lorna. Por su parte, ella reconocía que bien todo aquello no era mas que una artimaña para deshacerse de ésta y sus preguntas, pues al regresar a casa, diose cuenta de que el hombre no había preguntado donde es que ella vivía.
Claro que todo eso pudo haber sido falta de fe…
Bueno… en realidad si lo fue, pues un día tras haber dado un paseo (algo que empezó a hacer diario tras aquel acontecimiento), sus padres le informaron que Sam había cumplido con lo dicho.
La situación era esta:
A los señores Grego se les informó que su hija quería entrar a una escuela. Lamar (fue él en representación de Sam), sin entrar en todos los detalles, había explicado de manera concisa de que se trataba todo.
A la señora Grego no le convencía nada la idea, en realidad lo consideraba algo descabellado y como una gran perdida de tiempo, y aun peor tomando en cuenta que era su única hija.
El señor Grego…
Lorna no estaba muy segura del sentir de su padre, su rostro mostraba algo de inseguridad, pero por como le veía parecía feliz con la idea, y a diferencia de su mujer, él creyó que lo que realmente importaba era la decisión de su hija, lo que ella eligiera, y lo que debían aceptar (algo de que alegró mucho a Lorna, si bien las dudas de su madre también le calaron).
Las palabras de su marido no ayudaron a mejorar el genio de la señora Grego, que para no pecar, se refugió en la cocina con todo y su indignación.
Aprovechando aquello, padre e hija acordaron ir de compras a por todas las cosas que la chica necesitaría.

27 de marzo de 2012

Lorna

Lorna Grego Zafrani es una chica de secundaria.
Era algo bajita, de cabellos largos y ondulados.
Le gustaba la música y ver tele, y sentía atracción por lo…
Diferente.
Las vacaciones era algo que disfrutaba pues podía levantarse tarde, y desvelarse a sus anchas.
Sin embargo, su amada programación fue modificada por películas (bastante vistas), para toda la familia.
A pesar de que en la escuela tenía un grupito de niñas con quienes juntarse,
Lorna no les concideraba realmente amigas ya que discordaban en mucho.
En muchas ocaciones, hubiera preferido estar a solas que con ellas.
La soledad era algo a lo que estaba acostumbrada, es algo normal cuando se es hijo único, aunque eso sí, sus padres siempre estaban al pendiente de ella.
Nuestra historia comienza en un día,en que la televisión no ofrecía nada bueno, y sin algo bueno en mente, Lorna decidió dar un paseo.
Llegando al parque, fue testigo de algo asombroso…
Bueno, no lo fue en primera instancia, pues dos niñas veían con preocupación quemarse algunas cosas...
Mira que dejar que dos pequeñas jueguen con fuego… Que padres tan irresponsables.
Pero no sólo Lorna les había visto, pronto llegaron dos hombres a su auxilio, sacando de entre las llamas algunos juguetes y lo que seguramente eran alhajas de la madre de las pequeñas (y sin daño aparente).
Lorna sabía quien era uno de aquellos hombres, a pesar de que nunca habían cruzado palabra.
Izy, era un hombre apreciado por todo aquel que se le acercaba.
Éste casi nunca estaba en casa, se sabía trabajaba lejos, y quizá por eso ni familiares ni amigos le visitaban. Aunque él no se sentía solo pues su amabilidad y carisma, hacían que cada dos por tres, alguien he detuviese la marcha y le hiciera la platica y así pedirle un concejo, pues estos nunca erraban.
-Ahora vayan a casa y no vuelvan a jugar con fuego- dijo Izy serenamente.

-Si me permites, me parece que es mejor no les devuelvas esto, me pareca que niñas de su edad no deberían saber usar ni encendedores ni cerillas.

-Coincido contigo, amigo mío. Muchas gracias por tu ayuda Lamar. Creo nos veremos después- despidióse Izy, tendiéndole la mano a su amigo, y al hacer contacto, hizo una mueca de haber tocado algo muy frío.

-Así será.

El hombre llamado Lamar tenía una tez grisácea, que bien podía confundirse con su larga barba, misma que se apoyaba sobre su frágil cuerpo.
Era un hombre muy raro, no había mas que verle. Vestía una capa, y hay que ser honestos, nosotros no solemos siquiera tener una guardada " por si las dudas", y si así fuera, ¿Quien sería tan osado de llevarla en tiempo de calor?
Pero eso no fue lo que en verdad atrajo la atención de la joven, sino el resplandor que ésta cubría.
Una vez que Lamar se piró, Izy se quedó parado frente a ella, y como es normal, ella sintióse incomoda y nerviosa, él al notar esto, sonrió y emprendió la marcha.

Una vez relajada su mente, le reveló algo: si bien había parecido que Lamar había apagado las llamad arrojándole tierra (o eso parecía por los movimientos hechos), Izy había sacado las pertenencias de las niñas lentamente, incluso daba la impresión incluso de disfrute, y aparentemente sin sufrir daño alguno.
¿Cómo era esto posible?
Con esa pregunta en mente, Lorna caminó con rapidez hacia el hombre.

-Disculpe…

-Mi nombre es Samuel.- Aquello era una revelación, algo que despertaba una interrogante, pero ya tenía una en mente que develar.

-El mío es Lorna, y… yo quisiera hacerle una pregunta- Samuel asintió con un leve gesto- ¿Cómo ha sido posible que no se quemara las manos?

Antes de contestar, el hombre tomó un pequeño suspiro de reflección.
-Mi amigo usó unks guantes de salamandra (¡ah!… pues me quede igual), y me temo que no entenderías como es que lo hice yo… Pero sé quien puede explicártelo, y enseñarte muchas cosas más, si así lo deseas.
A lo que ella estaba mas que dispuesta.