29 de marzo de 2012

3

Las siguientes dos semanas, Lorna no estaba muy segura del transcurrir del tiempo, a veces pasaba con una velocidad increíble, mientras otras veces el día parecía interminable.
Otra cosa de la que tampoco estaba segura era a que tipo de escuela iría, sólo que se trataba de una especie de internado, pues estaba muy lejos como para ir y venir a diario, y que estaba rodeado de árboles.
Semejante lío en el que uno se puede meter por andar de chismoso.

Pocos días antes del nuevo curso, los padres de Lorna volvieron a reñir, la señora Grego insistía que una escuela así arruinaría su futuro, mientras él seguía convencido, por extraño o tonto que pareciese, que eso era lo mejor.

El fin de semana antes de que el curso empezara, un a carta informó a Lorna que el Domingo próximo llegaría a recogerle a las diez en punto un carruaje; en verdad que vivía en un poblado rústico, pero de eso a que aun usaran ese medio de transporte era algo muy diferente.
Y omitiendo ese detalle en particular (pues podría provocar otra riña), dijo a sus padres noticias.

La noche antes de que abandonara su hogar por vez primera, el sueño le abandonaba, y los nervios le superaban.

No hay comentarios:

Publicar un comentario