27 de marzo de 2012

Lorna

Lorna Grego Zafrani es una chica de secundaria.
Era algo bajita, de cabellos largos y ondulados.
Le gustaba la música y ver tele, y sentía atracción por lo…
Diferente.
Las vacaciones era algo que disfrutaba pues podía levantarse tarde, y desvelarse a sus anchas.
Sin embargo, su amada programación fue modificada por películas (bastante vistas), para toda la familia.
A pesar de que en la escuela tenía un grupito de niñas con quienes juntarse,
Lorna no les concideraba realmente amigas ya que discordaban en mucho.
En muchas ocaciones, hubiera preferido estar a solas que con ellas.
La soledad era algo a lo que estaba acostumbrada, es algo normal cuando se es hijo único, aunque eso sí, sus padres siempre estaban al pendiente de ella.
Nuestra historia comienza en un día,en que la televisión no ofrecía nada bueno, y sin algo bueno en mente, Lorna decidió dar un paseo.
Llegando al parque, fue testigo de algo asombroso…
Bueno, no lo fue en primera instancia, pues dos niñas veían con preocupación quemarse algunas cosas...
Mira que dejar que dos pequeñas jueguen con fuego… Que padres tan irresponsables.
Pero no sólo Lorna les había visto, pronto llegaron dos hombres a su auxilio, sacando de entre las llamas algunos juguetes y lo que seguramente eran alhajas de la madre de las pequeñas (y sin daño aparente).
Lorna sabía quien era uno de aquellos hombres, a pesar de que nunca habían cruzado palabra.
Izy, era un hombre apreciado por todo aquel que se le acercaba.
Éste casi nunca estaba en casa, se sabía trabajaba lejos, y quizá por eso ni familiares ni amigos le visitaban. Aunque él no se sentía solo pues su amabilidad y carisma, hacían que cada dos por tres, alguien he detuviese la marcha y le hiciera la platica y así pedirle un concejo, pues estos nunca erraban.
-Ahora vayan a casa y no vuelvan a jugar con fuego- dijo Izy serenamente.

-Si me permites, me parece que es mejor no les devuelvas esto, me pareca que niñas de su edad no deberían saber usar ni encendedores ni cerillas.

-Coincido contigo, amigo mío. Muchas gracias por tu ayuda Lamar. Creo nos veremos después- despidióse Izy, tendiéndole la mano a su amigo, y al hacer contacto, hizo una mueca de haber tocado algo muy frío.

-Así será.

El hombre llamado Lamar tenía una tez grisácea, que bien podía confundirse con su larga barba, misma que se apoyaba sobre su frágil cuerpo.
Era un hombre muy raro, no había mas que verle. Vestía una capa, y hay que ser honestos, nosotros no solemos siquiera tener una guardada " por si las dudas", y si así fuera, ¿Quien sería tan osado de llevarla en tiempo de calor?
Pero eso no fue lo que en verdad atrajo la atención de la joven, sino el resplandor que ésta cubría.
Una vez que Lamar se piró, Izy se quedó parado frente a ella, y como es normal, ella sintióse incomoda y nerviosa, él al notar esto, sonrió y emprendió la marcha.

Una vez relajada su mente, le reveló algo: si bien había parecido que Lamar había apagado las llamad arrojándole tierra (o eso parecía por los movimientos hechos), Izy había sacado las pertenencias de las niñas lentamente, incluso daba la impresión incluso de disfrute, y aparentemente sin sufrir daño alguno.
¿Cómo era esto posible?
Con esa pregunta en mente, Lorna caminó con rapidez hacia el hombre.

-Disculpe…

-Mi nombre es Samuel.- Aquello era una revelación, algo que despertaba una interrogante, pero ya tenía una en mente que develar.

-El mío es Lorna, y… yo quisiera hacerle una pregunta- Samuel asintió con un leve gesto- ¿Cómo ha sido posible que no se quemara las manos?

Antes de contestar, el hombre tomó un pequeño suspiro de reflección.
-Mi amigo usó unks guantes de salamandra (¡ah!… pues me quede igual), y me temo que no entenderías como es que lo hice yo… Pero sé quien puede explicártelo, y enseñarte muchas cosas más, si así lo deseas.
A lo que ella estaba mas que dispuesta.

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